Nacido en Caracas, Venezuela, Santiago Castro Correa encontró su vocación musical incluso antes de nacer. Gracias a su madre —músico y guía— fue parte del “Programa Nuevos Integrantes”, donde desde pequeño exploró diversos instrumentos. A los tres años, el sonido del corno lo atrapó, y desde entonces no ha dejado de tocarlo.
Hoy, con solo 15 años, Santiago cursa Primero Medio en el Liceo Arturo Alessandri y estudia corno en el ciclo elemental del Instituto de Música de la Universidad Católica (IMUC). Es uno de los jóvenes talentos apoyados por la Corporación de Amigos del Teatro Municipal, organización que impulsa a músicos en formación con proyección profesional.
“La música para mí es disciplina, constancia y una forma de expresar lo que siento”, afirma. Aunque su corazón también se mueve al ritmo del hip hop, Santiago sueña con tocar en grandes orquestas sinfónicas europeas. Y si bien reconoce que la educación musical chilena está bien posicionada en América Latina, cree que aún hay un camino por recorrer para estar a nivel europeo.
El apoyo incondicional de su madre y de su primo —también cornista— ha sido clave en su desarrollo. En su vida cotidiana, Santiago disfruta hacer ejercicio y jugar fútbol. De hecho, debió dejar el deporte competitivo para enfocarse completamente en su formación musical. “Llegó un momento en que tenía que decidir. Elegí la música”.
Santiago cree que para atraer a más jóvenes a la música clásica es necesario ir más allá de la ejecución: enseñar historia, contexto y emociones detrás de las obras. “No se trata solo de tocar bien. Es comprender a los compositores y sus mundos”.

Este joven músico, que disfruta del cine, ya comienza a marcar su propio ritmo en la escena musical. Su historia es una prueba viva del talento que florece cuando se combinan pasión, oportunidad y apoyo.