Desde que escuchó por primera vez un piano en la radio, a los seis años, Amanda Naranjo supo que quería dedicarse a la música. Hoy, tras once años de estudio en el Instituto de Música de la Universidad Católica, sigue cultivando esa pasión con la misma entrega. “Les dije que quería ser pianista y desde ese momento mis padres no han dejado de apoyarme”, recuerda.
Amanda forma parte de los jóvenes talentos becados por la Corporación de Amigos del Teatro Municipal, una comunidad que acompaña a quienes hacen de la música su camino de vida. Y para Amanda, la música ha sido mucho más que una vocación: ha sido un proceso de introspección, de renuncias y descubrimientos. “He aprendido a vivir para la música y no de ella”.
Crítica y reflexiva, Amanda cuestiona cómo la educación musical ha sido históricamente desvalorizada en espacios escolares. Cree que para atraer más jóvenes a la música clásica es necesario romper con la idea de que esta pertenece solo a grandes intérpretes consagrados. “Faltan espacios para que los estudiantes podamos ser músicos y mostrar que también desde la juventud hay sensibilidad, virtuosismo y belleza”.
Aunque ha tenido que dejar amistades atrás, mantiene un pequeño pero valioso círculo de apoyo: su familia siempre está presente en cada concierto y sus amistades ahora son aquellas que la impulsan con afecto sincero. También menciona con cariño a sus maestros: Marcela Lillo, su primera guía, y Mario Alarcón, con quien ha estudiado más de la mitad de su vida.

En lo cotidiano, Amanda disfruta preparar dulces en invierno, leer literatura (su favorito: El espía que surgió del frío, de John le Carré) y caminar junto a su perro Beto. También practica yoga, escucha exclusivamente música clásica desde los 14 y sueña con conocer otros rincones del mundo donde seguir creciendo, siempre al lado de su piano.
Su historia, íntima y lúcida, nos recuerda que la música no solo se toca: se habita. Y que gracias al apoyo de iniciativas como la de los Amigos del Teatro Municipal, talentos como el de Amanda pueden encontrar no solo un escenario, sino también un sentido.